Si te has preguntado para qué sirve, qué significa y si todavía es importante o útil conocer el coeficiente intelectual de tus hijos, te sorprenderá saber que el famoso IQ (por sus siglas en inglés) ya no es funcional en la era digital en la que vivimos. Así que no tienes mucho de qué preocuparte.
La ciencia lo ha dejado claro: los tests o pruebas para determinar el coeficiente intelectual de las personas, que siempre ha sido un tema que genera toda clase de conflictos interpersonales, ya no resultan necesarios porque las nuevas condiciones del trabajo, el estudio y el comportamiento responden a una realidad que no existía hace algunos años, marcada por la avasalladora y disruptiva presencia de la tecnología.
Antes, era motivo de angustia para los padres y madres de familia saber si sus hijos eran o no ” inteligentes” y si encajaban en este convencionalismo social. Se clasificaba al “talento” de los niños con números que, a su vez, les otorgaba etiquetas que eran muy difíciles de comprender y aceptar: normales, retrasados, avanzados o genios.
El IQ ya no espanta a nadie
Así, las siglas IQ se volvieron algo incomprensible y a la vez un código muy temido por las familias, pues en las escuelas los niños menos favorecidos con ese tipo de calificaciones sufrían las consecuencias.
Hoy en día, los neurocientíficos y especialistas del comportamiento están de acuerdo en que el mundo digital ha superado todo lo que se pensaba que el IQ representaba.
Veamos algunas de las manifestaciones identificadas por la ciencia, que demuestran que el coeficiente intelectual no es tan relevante como se llegó a creer no hace mucho tiempo.
1. Midiendo la edad mental.
Aplicar un test de conocimientos generales para obtener una medida exacta de la edad y el nivel mental de un niño, fue uno de los objetivos primarios de los psicólogos para aplicar esta metodología, supuestamente con fines educativos.
Las pruebas buscaban determinar el “retraso mental” en los niños, comparando los resultados con su edad biológica. Por ejemplo, si un niño de 10 años registraba un resultado de 50 puntos de IQ, se concluía que tenía la capacidad intelectual de un niño de 5 años. Al llegar a los 15 años, se daba por hecho que alcanzaba el equilibrio en su edad mental, por lo que los tests de IQ comenzaron a dejar de tener importancia.
2. Preguntas tendenciosas.
Otro factor en contra de los tests de IQ es que incluían preguntas claramente sesgadas y tendenciosas, por lo que personas normales obtenían inexplicablemente resultados negativos. Cuentan que el mismo Albert Einstein rechazaba este tipo de prácticas, pues consideraba que solo llenaban su cabeza con datos o cifras irrelevantes.
Einstein tenía un IQ muy alto, pero este genio falló su prueba de ingreso a una prestigiosa escuela porque, aunque tuvo excelentes resultados en matemáticas y ciencias, no logró la calificación necesaria en otras materias igualmente importantes.
3. La arrogancia, efecto colateral.
Esta metodología también ha sido cuestionada por contribuir a la generación de personas arrogantes, que se sienten especiales al ostentar altas calificaciones de IQ y terminan viviendo separadas de la sociedad.
Esto era (o es, todavía) más notorio entre los adultos, aunque originalmente los tests fueron creados para los niños. Así han surgido clubes o grupos cerrados que, al sentirse todos “genios”, no se estimulan intelectualmente entre ellos sino que viven en una feroz competencia.
4. Cómo medir la creatividad.
Los científicos actuales reprochan a los partidarios del IQ que sus pruebas son incapaces de medir la creatividad de la gente, y que ésta es más importante que el talento para memorizar cosas o las habilidades matemáticas basadas en el aprendizaje de fórmulas preconcebidas.
Ya no quedan dudas de que una persona con un IQ promedio o hasta bajo, puede ser más importante en cuanto a sus contribuciones a la sociedad que alguien con una cifra altísima.
5.Lo que ha cambiado.
La ciencia moderna tiene claro que hoy en día la inteligencia no está basada en la memorización ni en los aspectos matemáticos o de vocabulario. Más bien se relaciona con la información que se puede encontrar en el disruptivo mundo digital.
Pero no es que la inteligencia esté decayendo, sino que la forma en la que aprendemos y razonamos cambió con la evolución tecnológica. Ahora falta ver cómo las herramientas con las que medimos la inteligencia se adaptan a estos cambios.
Así que, si estás pensando en someter a tu hijo a una prueba de IQ, piénsalo bien por el efecto que le puedes provocar y, sobre todo, no dejes de observar lo que la realidad actual te está diciendo sobre este tema.
Equipo de redacción GoodLink