Es complejo que una jueza se convierta en un ícono del feminismo, de la cultura pop y hasta de la propia contracultura. Pero Ruth Bader Ginsburg lo consiguió. Apodada Notorius RBG -un juego de palabras con el rapero Notorius B.I.G -, la jueza de Suprema Corte de Estados Unidos dejó un legado sorprendente para las mujeres y la lucha feminista.
Fue la segunda mujer en servir en la Corte Suprema de ese país y una pionera en la defensa de los derechos de la mujer, nombrada en 1993 por el entonces presidente Bill Clinton, a la edad de 60 años y con una carrera brillantísima en el mundo litigante, donde subvirtió los convencionalismos esquemáticos del derecho para darle cabida a debates que en la época se evitaban, como lo era la desigualdad de género.
La importancia de la figura de Ruth Bader Ginsburg radica en que abrió la puerta a las mujeres para ver que sí se pueden cambiar las cosas, que las mujeres pueden y deben acceder a círculos que antes eran eminentemente machistas, como lo es el mundo de la abogacía.
El legado de la jueza no se circunscribe sólo a sus casos de éxito, a los triunfos que tuvo o a sus atinados e irónicos comentarios que sirvieron para despertar y hacer reflexionar a un sistema enquistado; como todas las grandes personalidades, había un grado de complejidad en la personalidad de Ginsburg que la hacía salirse del molde.
Era una jueza con alma de rockstar, se convirtió en un ícono de la cultura pop, había referencias de ella en programas como Saturday Night Live, en Halloween había niñas que se vestían de ella, hasta la forma en la que se vestía, cuando llevaba su ‘collar de la disidencia’, todo en ella era especial; porque siendo una gran luchadora por los derechos de las mujeres también comprendía que la opresión tiene distintos matices, como la raza, el estrato social, fue una figura adelantada a su época”
Su muerte, a los 87 años y producto de una larga batalla contra el cáncer ha levantado una serie de apologías hacia su legado y su vida que sin embargo se ha quedado corto de lo que realmente simbolizó para la vida de las leyes en Estados Unidos.
Sus dictámenes, sus participaciones en debates constitucionales y su disidencia natural iban salpicados de una ironía y una maestría del lenguaje. Más allá del acartonado lenguaje litigante, Ruth Ginsburg hacía gala de un vocabulario y un sentido del humor agudo; como relataba que de algo le había servido haber estudiado literatura con el escritor Vladimir Nabokov.
El impacto de la figura de la jueza es inigualable en el sentido de que representa y simboliza la lucha de décadas que han hecho las mujeres por alcanzar la igualdad en un sistema profundamente patriarcal.
Fue una disidente del sistema desde las entrañas del propio sistema, le abrió la puerta a todas las mujeres y luchó para tener un sistema más igualitario. El trabajo que Ginsburg realizó durante décadas fue revolucionario y su legado la convirtió en líder e ícono para millones.
“No pido favores para mi sexo. Todo lo que pido de nuestros compañeros es que quiten sus pies de nuestros cuellos”. Esta fue una de las frases que la inmortalizaron y la convirtieron en un rol a seguir.
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